lunes, 25 de octubre de 2010

Aforismo y época. A propósito de Cuaderno de la decepción. Oráculo del desencanto de Erick A. Nolazco*

Enrique G. Gallegos

Dos en uno, el libro que hoy se presenta: Cuadernos de la decepción y Oráculo del desencanto.**


El primero compuesto de 303 fragmentos y el segundo de poco más de una centena. Aforismos, miniensayos, sentencias, chances, frases sueltas, recetas de psicología, amarguras cotidianas, repeticiones, lugares comunes, quejidos de adolescente, todo y poco, literatura y no literatura, vida y no vida, se dan cita en 120 páginas. Pedacera, pues, de aquí y de allá.


Por razones que valdría la pena indagar el fragmento como expresión literaria se ha impuesto en el gusto de los siglos XX-XXI. Y por extraño que parezca, ese anclaje en el gusto contemporáneo lo emparenta con la novela. Si por su extensión, aforismo y novela se sitúan en las antípodas, por su capacidad para recuperar gustos y mendicidades de nuestros contemporáneos se hermanan. La ligereza de la novela tiene algo de la brevedad del aforismo. No es casualidad que Cioran se haya vuelto un best seller y que el estado emocional de su obra se haya tornado una forma cotidiana del estar. Hoy ser pesimista es lo In. Más exactamente: ser extremadamente pesimista y extremadamente alegre son los estados vitales del buen burgués (como se decía hace algunos años). “Estoy en la depre”, dicen los jóvenes y al decirlo subrayan la frivolidad que se esconde en el pesimismo y la desesperación superficial.


Posiblemente es más acertado decir que el aforismo es más cercano a la poesía. Comparte con ésta la intensidad en la expresión. El aforismo es poesía despojada de adornos. No es gratuito que los mejores aforismos en lengua española hayan sido escritos por poetas. El aforismo se distancia del poema por un elemento que le da su sentido genuino: la lucidez. Esto es lo que hace difícil escribir aforismos y su olvido es fuente de confusiones. La lucidez no es un estado deliberado, trabajado o mecanizado. Y, sin embargo, hay que buscarlo. Para merecerlo hay que provocarlo. Regularmente tiene la forma de un rayo: intenso y breve. La forma del aforismo no sólo es breve e intensa, sino fugaz. Justamente: brevedad, intensidad y fugacidad generan malentendidos: la brevedad la confundimos con la sinceridad, la intensidad con la llanura, la lucidez con la grandilocuencia, ¿cuando sabemos que estamos ante una u otra? Sólo la distancia y la posterior labor de orfebre pueden dar pistas. La única certeza es que casi siempre se fallará en la empresa.


Los fragmentos de Nolazco oscilan del amor al odio, de la amistad a la ingratitud, de la desesperanza a la esperanza, del odio al placer, del fatalismo a la vida, de la soledad de uno a lo soledad de todos. Ideas y emociones tamizadas por lo que parecen ser las claves de sus fragmentos: decepción y desencanto. Quizás por ello los textos de Nolazco rondan peligrosamente ese estado de ánimo al que antes me refería.


Por momentos logra sintetizar una intensa emoción; por momento capta la contradicción de un sentimiento o de una idea: “El mínimo o el máximo respeto de uno mismo dependerán de que podamos distinguir entre la tolerancia y el autoengaño” (p. 69). La extraña armonía entre la tolerancia y el autoengaño es singularmente captada por Nolazco, pues ¿acaso tolerase no es tanto como engañarse? No hay salida, pues.


He de confesar que no encontré la razón de la división del libro en dos partes —asumo, sin preguntar, que eran dos libros— (o quizás no quise pensar demasiado). Es posible que si el autor hubiera intentado fundirlas, habría notado ciertas reiteraciones y frases que no alcanzan su máxima tensión.


Me da la impresión que le hizo falta tomar distancia del texto. Noto cierto descuido en el lenguaje. Quizás por eso tiene uno la sensación que el minicosmos —que es también un minicaos—, que todo aforismo abre (y cierra), queda, paradójicamente, incompleto. Quizás así deba ser: todo inicio tiene algo de desencanto. Mucha suerte en próximas decepciones.

*Texto leído en la presentación del libro el 23 de octubre del 2010 en Malasangre.

**Ediciones el viaje, 2010.