miércoles, 6 de mayo de 2009

El ciudadano y el poeta


El poeta es bueno para las palabras; el ciudadano es pésimo en el manejo de las palabras, pero excelente para las acciones (vender, ir de vacaciones, ver la televisión). Uno se caracteriza por su incultura política, el otro por su ignorancia. Ambas, incultura e ignorancia, se complementan. Digo más: el poeta suele ser testarudo, incrédulo, con ínfulas de grandeza, libre y libresco. El ciudadano es superficial, afanoso, frívolo, irresponsable y acomodaticio.

Un poeta y un ciudadano son demasiados optimistas sobre su trabajo. Si al poeta le rechazan todos sus trabajos, se autoedita (fotocopias, impresoras, blogs —ego). Si a un ciudadano le va mal en la vida, toda la culpa es del gobierno. Ambos imaginan complots, confabulaciones, hechizos, sociedades secretas y otras linduras de la Edad Media. Los errores y mentiras siempre son de los otros; las verdades y buenas intenciones, nuestras. El mismo maniqueísmo de siempre: dios y el diablo, izquierda y derecha, bondad y maldad, nosotros y los otros.

Vivimos una época de miserias y pequeñeces. Hombres medianos que escriben pésimos poemas y ciudadanos que temen realizar gestas heroicas.

El poeta contemporáneo refleja nuestras miserias culturales. Nuestro ciudadano, los saqueos políticos.

No entiendo mi época. Preferiría más desmesura, más explosión y arrojo. Y hay quienes siguen exigencia prudencia.